China, los premios Nobel y los contratos
Jesús Castillo Abascal
Una de las diferencias más notables entre el pensamiento de Oriente y Occidente es el concepto que tradicionalmente se ha tenido del universo.
En Occidente, la filosofía griega y su tradición intelectual se han dirigido constantemente hacia la búsqueda de una explicación conceptual de lo “permanente” y lo “inalterable” mientras que en Oriente, por el contrario, sus pensadores y escuelas han dirigido su búsqueda hacia la armonía en “los cambios y transformaciones constantes” del Universo.
Esa idea del cambio o transformación, ha estado presente en toda la Historia y desarrollo del pensamiento chino, principalmente en el pensamiento taoísta pero también en el confucionismo, budismo, y más recientemente en el comunismo.
Si analizamos, por ejemplo, la idea utópica que surgió en los tiempos de la creación del Partido Comunista Chino en 1921 veremos cómo el Partido y su ideario han ido cambiando y adaptándose a la realidad de los tiempos, lo que en los últimos años se ha venido a llamar: “Comunismo con características chinas”.
Recuerdo una vez, por ejemplo, que en un banquete ofrecido por la Escuela de Mandos del Partido Comunista a las afueras de Pekín, pregunté a un invitado sentado a mi lado cómo era posible que muchas ideas marxistas no se correspondieran con lo que el Partido Comunista Chino estaba poniendo en marcha. El profesor y alto cargo en la Escuela, me respondió que en la época en que Marx vivió y formuló esas ideas en el mundo no había aviones, teléfonos, ordenadores ni por supuesto Internet, y se vivía de otra manera… por tanto muchas de sus propuestas había que adaptarlas a la realidad del momento: “lo más importante es comprender el espíritu de Marx y no apegarse a la letra de lo que él escribió”, me contestó.
Armonía y equilibrio
Debido a estos cambios y transformaciones constantes, en el pensamiento chino desde muy antiguo se ha venido haciendo apología de la “armonía y el equilibrio en todos los aspectos de la vida”. Si todo está en transformación, la adaptación “en armonía y equilibrio” con el medio es la clave para lograr los objetivos que se quieran alcanzar.
Esta adaptación se hace palpable, también hoy en día, en el pensamiento y funcionamiento de la sociedad china. Por tanto, también, en el mundo de los negocios y de los contratos.
Mientras que en Occidente y en la normativa internacional entendemos que el contrato es el documento final y “permanente”, y que seguir al pie de la letra su cumplimiento es prueba o demostración del compromiso de establecer una larga relación de asociación, en Oriente, y especialmente en China, bastantes empresas proponen la revisión del contrato para adaptarlo a los desequilibrios que hayan podido surgir como consecuencia de un cambio en las políticas del sector, o bien en los precios de las materias primas, o por un malentendido de vocabulario, pues para la mentalidad china esta revisión tiene un significado muy particular: afianzar la relación entre las partes con el objetivo único que beneficie a ambos por igual. Es decir, afianzar una relación de intereses mutuos, el famoso “win win”….
En el fondo, estos razonamientos presentan similitudes con las teorías delpremio Nobel de Economía 1986, James Buchanan, que describía estas situaciones (de cambio) como resultado de la “lógica del contrato” dado que “lo importante es entender cómo hacemos los humanos, en distintas situaciones con distintos grados de complejidad, para lograr acuerdos que nos permitan cooperar y alcanzar cada uno sus propios fines individuales”.
También los recién galardonados premios Nobel de Economía 2016 Oliver Hart y Bengt Holmström, en su “Teoría de los Contratos”, cuando defienden que, ante la imposibilidad de especificar en un contrato todo lo que pueda ocurrir a lo largo de su vida, es importantísimo perseguir un resultado equilibrado con el fin de maximizar el valor de la transacción y hacer más atractiva la asociación y cooperación entre las partes.
Recuerdo una empresa china con la que colaboré durante algún tiempo, situada en el delta del rio Yiangtze y fabricante de paneles solares, que firmó a comienzos del año 2008 un gran contrato de venta a una empresa española que pagó un 20% anticipado. A finales del año y debido a que en España el gobierno cambió su política en energías renovables, la empresa española dejó de importar paneles. La empresa china tenía todavía en su balance un saldo a su favor de cerca de dos millones de euros. La empresa española reclamó dicha cantidad aun sin tener derecho a ello y, tras varios encuentros, la empresa china se la devolvió. Pasó un año y comenzaron a surgir nuevos mercados de energía renovable en Italia, Rumanía, India, Sudáfrica, Japón etc...La empresa española no dudó un momento en recomenzar su colaboración con la empresa china a la que ayudó a salir y a exportar a mercados exteriores. Hoy en día es una de las mayores empresas fabricantes de paneles solares del mundo y el mayor exportador de paneles solares a Japón.
Por tanto, por muy chocante que parezca ¿podrían ser extensibles a China estas teorías de los Nobel?
En principio, no parecen ajenas a la naturaleza y el carácter chino para el que el valor de la palabra y el sentido del honor (lo que en la cultura china se conoce por “no perder la cara”, 面子) juegan un papel clave en la relación de asociación o cooperación. De hecho, esta práctica ha funcionado y sigue funcionando entre empresas para las que la cooperación a largo plazo es esencial, y ha sido una de las claves del éxito en la década de los ochenta y noventa de las llamadas "Chinese Township Enterprises".
No obstante, hay que reconocer que la aplicación generalizada de estas teorías en China dista muchísimo de ser viable debido, principalmente, a la falta de “cultura legal” en ese país, cuyo sistema necesita una mayor homologación e integración a nivel global.
Dos recomendaciones
Por consiguiente, desde el primer momento en que vayamos a considerar el desarrollo de un negocio o proyecto con un socio chino se recomienda ir preparados y con los deberes hechos para poder “adaptarnos”, con ligera ventaja, a cualquier “cambio” en el texto o en el contexto del contrato que hayamos firmado.
A continuación expongo dos sugerencias que, en previsión de cambios, considero útiles:
1º.- La redacción de un prólogo o apéndice que contenga una lista lo más amplia posible de definiciones y acepciones de cada una de las palabras clave que pensemos puedan ser mal entendidas o interpretadas, sin dar por asumido nada.
Hay que recordar, siempre, que la civilización china se ha venido desarrollando hasta ya entrado el siglo XIX de manera (casi) independiente de la nuestra; que tiene, como todo el mundo sabe, una lengua muy compleja y que muchísimos conceptos, por razones culturales, se emplean y expresan de una manera distinta, de modo que pueden afectar al modo de entender y aplicar el contrato. Términos como acuerdo, tiempo, amistad, normativa, justicia, público, privado, derecho, etc., tienen, según el contexto, acepciones y matices diferentes. Por ejemplo en Occidente el término “amistad” lo define el diccionario como confianza y relación desinteresada entre personas y en China, por el contrario, la amistad (友谊) gira en torno al interés recíproco, es decir: confianza y relación interesada entre personas. Por tanto, conviene prestar atención a la semántica de las palabras para garantizar el compromiso a largo plazo de las empresas firmantes y preservar el equilibrio y la esencia del contrato.
2º.- Reforzar la relación de socios en base al conocimiento reciproco y los intereses mutuos porque, llegado el caso, la relación personal que pueda generarse antes, durante y después del proceso de redacción del contrato, puede llegar a ser la única garantía de solución de los problemas que puedan aparecer como resultado de un “cambio”. Fruto de ello será una larga cooperación y éxito en los negocios que se realicen.
Como diría Jimmy Carter: “A menos que ambas partes ganen, ningún acuerdo puede ser permanente”.
Jesús Castillo Abascal, observador de la realidad china, es un profesional con una larga experiencia en el país, en el que ha vivido desde la década de los ochenta.