China y el Islam
Jesús Castillo Abascal
"El Comunismo es una creencia, pero las personas no pueden tener dos creencias. Incluso si pensemos que el Comunismo no es una creencia sino simplemente un pensamiento politico (donde la religion esta excluida) entonces, hay verdaderamente un conflicto pues las dos se excluyen mutuamente.”
Palabras de un clérigo musulman en la ciudad de Linxia (comentario recogido por el profesor Matthew S.Erie)
El comienzo de la apertura y reforma impulsadas por Deng Xiao Ping en el año 1978 marca a la vez el final de un periodo negro lleno de severas persecuciones religiosas, por todos los rincones del pais.
Desde entonces, la presencia y el alcance del Islam en China ha cambiado extraordinariamente. El Partido Comunista flexibilizó muchas de las restricciones impuestas a la práctica y la oración religiosa, incluido el Islam.
A la vez, y dado el papel tan relevante que han venido desempeñando los países musulmanes desde la perspectiva energética, financiera y estratégica, el Partido reforzó a la Asociación Islámica China, organización creada al comienzo de la subida al poder de los comunistas, y promovió el nacimiento de otras de ámbito trasnacional con el fin de estrechar lazos de amistad, cultural, comercial y financieros con todos los países musulmanes y también para ”cortejar” especialmente a los vecinos islámicos del Sudeste Asiático y Oriente Medio a través de instituciones afines como la Organización de Cooperación Islámica, Liga de Países Árabes, Banco Islámico de Desarrollo etc. Organizaciones que han captado directa e indirectamente inversiones y canalizado proyectos industriales (petróleo y gas) y comerciales que han fortalecido la presencia de China en esas zonas.
A día de hoy, existen en la R.P. de China cerca de 24 millones de musulmanes practicantes de diferentes procedencias y etnias. Según Pew Research Center se espera que para 2030 la población musulmana en China supere los 30 millones debido principalmente a la creciente demografía y la ausencia de restricciones a la natalidad que gozan las etnias minoritarias en el país.
¿Cómo y quiénes fueron los primeros musulmanes chinos en un país mayoritariamente budista y “genéticamente” confucionista?
Las primeras comunidades de musulmanes en China descendían de antiguos comerciantes, soldados, diplomáticos y funcionarios de origen principalmente persa, árabe y mongol que, desde la expansión comercial y territorial de la dinastía Tang (618-907), se fueron asentando en las áreas costeras del Sur y Este del paísadaptándose, gracias a los matrimonios mixtos, a las nuevas costumbres locales. La mayor y más importante de estas comunidades musulmanas se la conoce con el nombre de etnia Hui (回族).
Durante las dinastías Yuan y Ming (del siglo XIII al siglo XVII) los musulmanes Hui, fruto de sus vastos conocimientos en matemáticas, astronomía, cartografía, agricultura y administración, hicieron grandes aportaciones al Imperio. Quizás la figura más representativa fue el emblemático héroe nacional Zheng He, diplomático y almirante que durante el siglo XIV realizó viajes de exploración por todo el océano Índico llegando incluso hasta las costas de África Oriental.
Los musulmanes en la actualidad
Hoy en día los Hui, de creencia sunita, están repartidos en pequeñas comunidades por todo el país, si bien hay una concentración importante y numerosa en las zonas del N.O. a lo largo de la Ruta de la Seda en las Regiones Autónomas de Ninxia y XinJiang y en las provincias de Gansu y Qinghai. Como consecuencia de esta dispersión geográfica e integración con la población nativa durante más de trece siglos, los musulmanes Hui tienen un aspecto físico muy parecido a los chinos de la etnia Han, hablan el mandarín y están bastante amoldados a la sociedad china, incluso prestan una muy útil ayuda al gobierno a través de sus conexiones con otras comunidades musulmanas fuera y dentro del país y, muy importante, no tienen ningún tipo de reivindicación territorial. Todo ello ha facilitado el entendimiento con las autoridades del Partido para lograr una mayor flexibilidad y moderación en la aplicación conjunta de la ley islámica y la del Estado.
Así pues cabe concluir que, durante estos últimos 40 años de apertura económica y transformación social, una ola de rehabilitación y cambio ha recorrido el Islam en toda China y se ha traducido en una visibilidad creciente de sus símbolos en el espacio público. El número de Mezquitas ha crecido de apenas 4.000 en 1980 hasta cerca de 40.000 en 2015. También han aumentado muchísimo las escuelas para clérigos, escuelas e institutos islámicos, centros de altos estudios del Islam, los viajes de intercambio y de estudios de alumnos a centros islámicos a Arabia Saudí, Indonesia, Malasia, Pakistán, el número de Hajjis que peregrinan a la Meca, el número de restaurantes con comida Halal e industrias con “productos musulmanes” por citar algunos ejemplos.
Paralelamente y como consecuencia de este crecimiento, se han ido creando pequeñas células o reducidos grupos de personas tanto civiles como religiosas en el entorno de las mezquitas con el fin de llegar a un entendimiento tácito a través del diálogo a la hora de aplicar las leyes estatales y adaptarlas a las creencias musulmanas y viceversa.
Aisin–Baoquan
Imán de la mezquita de la ciudad de Yi Wu (cerca de Nanjing)
Estos grupos son una especie de símil o equivalente a los “jueces de paz” de nuestros pueblos, representados por una autoridad religiosa y otra civil con el objetivo de acomodar cualquier incompatibilidad para que satisfaga a todos y no enturbie ni a la comunidad ni al Partido. Esta situación, conocida por el nombre de MinJian ( 民间), se considera un ejemplo integración modélica. Es decir, un “islam con características chinas”.
“Todas las religiones deben ser “achinadas” o incorporar “características chinas” según el señor Wang ZuoAn director de SARA (State Administration for Religious Affairs), el cual, ha dejado claro después del XIX Congreso del Partido el pasado otoño que “ ningún miembro del Partido debe tener creencias religiosas. Los miembros del Partido Comunista Chino deben ser firmes creyentes en las teorías ateístas de Marx.”
En este contexto, cabe pensar que encajar el islamismo en la vida cotidiana de un país regido por leyes agnósticas y por un régimen que impone el ateísmo a sus súbditos no debe ser nada fácil, a pesar de la complicidad que esta comunidad ha sabido crear con el gobierno central para arreglar cualquier fricción que pueda afectar a ambas partes.
Los Uigures
La confirmación de esta complicada convivencia, y por tanto la excepción a esta supuesta normalización la encarna la etnia Uigur,( 维吾尔族, ئۇيغۇر) que habita en la Región Autónoma de Xinjiang y cuya situación es bien distinta.
Los Uigur integran la segunda etnia musulmana más importante de China. Son también practicantes del Islam sunita. Descienden del gran Imperio turco-kanato que en los siglos V y VI ocupaba toda Asia Central desde el Mar Negro hasta casi el océano Pacífico. Durante la expansión de la dinastía mongol por toda Asia en los siglos XIII y XIV se introdujeron y asentaron en los territorios del Noroeste de China (Turkestán Oriental) en la gran intersección de rutas comerciales para controlar mejor el negocio lucrativo del comercio entre Oriente y Occidente.
Los emperadores de la dinastía Qing a mediados del siglo XVIII los anexionaron al Imperio con el nombre de “Nuevos territorios”: Xinjiang /新疆. A la caída de esta última dinastía en 1911, con el apoyo de Rusia hubo varias intentonas de independencia que no llegaron a cuajar. La República Popular de China los anexionó definitivamente en 1949.
Los Uigures hablan su propia lengua (derivada del turco), físicamente se asemejan más a las poblaciones de Asia Central que a los Han (Chinos) y están muy arraigados a su tierra, música, costumbres y tradiciones, lo que alimenta entre sus miembros un profundo sentido de identidad. Hace unos años, en 1991, la independencia de las antiguas repúblicas de Asia Central despertó los ánimos y la esperanza entre las organizaciones Uigures de obtener la independencia del Xinjiang.
Fue entonces cuando el gobierno chino, además de imponer un estricto control cuando no represión sobre la población y sus líderes, comenzó también una masiva y forzosa colonización Han en la Comunidad Autónoma de Xinjiang, pasando de un 4% en 1980 a 40% en la actualidad.
Simultáneamente, para apaciguar las reivindicaciones e inquietudes de unos y otros ambos lados de las múltiples fronteras comunes fundó junto a las repúblicas vecinas de Kazajstan, Kyrgyzstan, Tajikistan y Rusia( a la que después se han ido uniendo otros varios países de la zona) la Shanghai Organization for Cooperation para la lucha contra el terrorismo, drogas y ,curiosamente, cualquier forma de separatismo.
Xinjiang se ha convertido en una importante cantera de jihadistas enviados a Afganistán, Siria y combatientes en general del Estado Islámico. Varios de ellos están en Guantánamo. La presencia creciente no solo de ciertos Uigures sino también de otras etnias musulmanas chinas como Uzbeks, Tajiks, Kygyz en las zonas de guerra en Siria e Irak y en las filas del ISIS unido a una serie de atentados turísticos e industriales contra intereses chinos en Asia, han elevado el estado de alerta de las autoridades chinas sobre las complejidades y amenazas que suponen la radicalización islamista en Xinjiang.
¿Se disuelven las amenazas a base de ejercer un férreo control sobre la población?
China necesita equilibrio y estabilidad en la región Asia- Pacífico y consolidarse como potencia hegemónica regional y potencia global de primer orden, pero para ello necesita gestionar un equilibrio interno y regional en el que el factor religioso/cultural derivado de la emergencia del Islam puede seriamente condicionar la decisión y acción política. ¿Será China capaz de promover y garantizar desarrollo, progreso y estabilidad en países vecinos ya de por sí auténticas bombas demográficas y mayoritariamente musulmanas? ¿Hasta qué punto se podrá dotar de instrumentos que permitan cauterizar sus fronteras en supuestos graves de amenaza terrorista?
Frente a estas y otras amenazas se me ocurre pensar que China ya está tomando medidas que apuntan a algunos objetivos claros. Ofreciendo desarrollo, conectividad, progreso e interdependencias de todo tipo (comerciales, financieras, culturales, personales..) a través de la red de infraestructuras e intercambios que inspiran la renovada Ruta de la Seda; incrementando su implicación en el entramado multilateral para asegurarse mayor peso y representación en la comunidad internacional, a la vez que el éxito de sus iniciativas de cooperación multilateral paradójicamente impulsadas por un país que hasta hace muy poco se caracterizaba por su escasa cultura de cooperación y distinto sentido de la reciprocidad.
Los éxitos de China en términos económicos, políticos y sociales han sido extraordinarios, admirables incluso, pero los retos a los que se enfrenta - al igual que otros países- son sin embargo de un calado y nivel de repercusión proporcional a su espacio de responsabilidad global y, en este terreno global, el Islam será un factor cada vez más relevante y determinante.
Será muy interesante seguir la forma en que China mueve esta pieza en su tablero.
Jesús Castillo Abascal estudió chino en la Universidad de Ginebra y en la Universidad de Lengua y Cultura de Pekín. Observador de la realidad china, es un profesional con una larga experiencia en el país donde ha vivido durante más de treinta años. El autor, en Linxia, ciudad conocida como la “Pequeña Meca China”.