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¿Qué significa ser chino para una China que aspira a ser una potencia global?

Jesús Castillo Abascal


“La familia china” del artista Zhang Xiao Gan

Obediencia, devoción, autoridad y jerarquía, son  los emblemas del Gobierno Chino y a la vez referentes milenarios de la tradición cultural y social del país. Valores que perviven y que explican, en parte, que la civilización viva más antigua del mundo sea precisamente la china. El Partido Comunista Chino ha sabido recurrir a estos valores para mantenerse en el poder y aprovechar las sinergias creadas para legitimarse en él. En un contexto difícil de calificar: crisis, cambio de paradigma, "impactos" de la globalización.. .Esos valores y el modelo de gobernanza construido a partir de los mismos, ¿son lo suficientemente sólidos y atractivos como para favorecer la consolidación de China como Líder, y no solo Potencia Global?

La profesora J. McCormack  de la Universidad Americana de Dublín, comenta una anécdota en su libro sobre China ("Thinking through China", 2016)  que podría responder a una pregunta difícil e importante:

¿Para un chino  qué significa “ser chino”?

A comienzos del año 2000, estando de profesora invitada por una de las más importantes universidades de  Pekín, uno de sus  alumnos recibió la noticia de que había sido admitido y becado por la prestigiosa  Universidad de Cambridge.

A los pocos días el alumno, a la salida de clase, informó a la profesora de que sus padres no deseaban que fuera a Cambridge.

- “¿Pero tus padres no están orgullosos de ti? Seguro que es un gran honor para tu familia”, comento la profesora.

- “Si, mis padres están muy orgullosos de mí y por ello desean que me incorpore al Ministerio de Asuntos Exteriores. Ellos tienen unos cargos importantes tanto en el Gobierno como en el Partido. Hice las pruebas de acceso hace unos meses y me han comunicado que he aprobado. Por tanto, debo rechazar la beca de Cambridge”.

- “Pero… ¡si era tu gran sueño en la vida…! ¡El lugar ideal donde querías estudiar, después de tantas trabas burocráticas que hemos pasado rellenando tu solicitud…!”

- “Si, así es….”.

Al cabo de un rato… el alumno miró tristemente a la profesora y le dijo:

- “Esto es lo que significa ser chino”.

En nuestro entorno es difícil de entender esta situación.

En China se explica a través  del  “Xiao” ( 孝), carácter que está formado por dos ideogramas: lao- (老), anciano- y Zi- (子),  hijo o joven. Es un carácter con referentes relativos al respeto y devoción que deben mostrar  los  jóvenes hacia sus mayores y el tutelaje de los mayores para con los jóvenes.

Su significado no tiene  equivalente en ninguna de las lenguas europeas. Una traducción aproximada podría ser “devoción o fervor familiar”.

Para la mentalidad china, en general, Xiào (孝) es el valor central que aglutina a la familia y por extensión a la sociedad, subyace a su modelo de coexistencia, y explica que la civilización china sea la única que  ha perdurado más de  30 siglos.

¿Pero cuál es el origen de este Xiào (孝)? Analizar cómo, cuándo, por qué surgió puede ayudarnos a comprender la singularidad de la mentalidad china y sus implicaciones.

Todo comenzó mil años antes de nuestra era cuando un nuevo príncipe tomó el poder en unos reinos entonces divididos y fundó el reinado de los Zhou. Para hacerse con la victoria tuvo que apoyarse en muchas alianzas y, una vez asentado, tuvo que compensar a sus aliados con territorios y otras dádivas.

Un modelo político social inspirado en el orden familiar

El sinólogo suizo J.F Billeter comentaba en una conferencia que, para que esta alianza fuese duradera tenía que ser armoniosa, permanente e institucionalizada. Para ello el fundador de la dinastía Zhou ideó un modelo de relación político- social inspirado en el orden familiar.

Al igual que en una familia, instituyó poco a poco una relación muy jerarquizada en la que se aplicarían unas normas que regían todos los aspectos de la vida del individuo, empezando por la transmisión de privilegios, de tal manera que no se produjese en el futuro ningún tipo de desorden.  El primer monarca Zhou creó un sistema emulando el orden “familiar” pero con miles de miembros y en el que cada uno ocupaba un lugar en la jerarquía establecida. A la vez,  una nomenclatura ad hoc permitía identificar cada uno de sus miembros según su rango.

En el caso del núcleo familiar, por ejemplo, los hijos no se identificaban como hijo o hija sin más sino como primogénito, primogénito segundo, benjamín….Siempre nombrándolos por la posición que ocupaban.

El Rey de los Zhou, además, institucionalizó el culto a los antepasados; y mediante unos rituales en los que cada miembro desempeñaba un rol en función del lugar que tenía asignado en la jerarquía familiar, contribuyo a afianzar, también a través de la familia, la cohesión social.

En su reino, se fue creando un concepto ritualista del poder. Como eje de su Administración se instituyó un gran “Ministerio/ Departamento” denominado Ministerio de los Ritos o de Protocolo, que ha mantenido una importancia capital durante toda la época imperial, y cuya herencia perdura, incluso hoy en día, en el seno del Partido Comunista.  

Tenía por misión hacer que todos los estamentos jerárquicos del poder estuvieran sometidos a los decretos del Rey (del Emperador siglos más tarde) y que éstos  se llevasen a la práctica correctamente en todo ritual a fin de preservar un orden que se suponía “armónico” y “universal”.

El Rey se servía así de un modelo de organización familiar sabiamente jerarquizado para crear un sistema de dominación política, y el reinado de los Zhou pasó a la historia como el periodo de creación de las estructuras del orden social chino y que, a lo largo de los siglos, se han ido consolidando como una organización social sólida, compleja y, en definitiva, extraordinaria.

La fundación de las primeras dinastías imperiales apoyándose sobre todo en las teorías y enseñanzas de pensadores como Confucio contribuyó a cimentar ese orden social en el que el peso de la colectividad y jerarquía prevalecen siempre sobre el individuo y sus aspiraciones. Y si bien, a través de su historia, China ha sido invadida por pueblos nómadas (mongoles, manchús etc...) e influenciada por otras culturas, sin embargo, lejos de debilitar estos fundamentos los vencedores se fueron adaptando a la idiosincrasia y a la organización político-  social y “familiar” existente, para poder gobernar este vasto país.

En el siglo XIX cuando los europeos invadieron China, además de llevar consigo avances tecnológicos, introdujeron también un nuevo modelo de relación social y de gobernanza que representó un serio desafío al  poder imperial y universal cimentado en el Xiào (孝). Con el contacto occidental el Poder y el Emperador perdieron su naturaleza única y superior, y pasaron a ser como otro cualquiera; ello forzó a los chinos a reflexionar sobre su propio sistema y a revisar la idea que tenían de sí mismos.

Tras la caída de la última dinastía Qing en 1911, personajes tan importantes como  Hu Shi(胡适)–inspirador del movimiento del 4 de mayo- y otros, apoyaron y difundieron ideas liberales  y defendieron modelos politico-sociales en los que la relación con el Poder se ejercíera mediante instituciones legalistas y democráticas.

Todo ello quedó borrado cuando  el Partido Comunista tomó al poder en 1949.

Mao Zedong  encontró el terreno muy abonado para adaptar a sus necesidades el modelo de  poder imperial tradicional. Con una población sumisa y  más de tres mil años a sus espaldas de obediencia al superior jerárquico no tuvo dificultad  para, gracias al Xiào (孝), afianzar su posición en la jerarquía del Partido y reforzar el sometimiento y la obediencia de los ciudadanos, haciendo apología del Partido como una “gran familia”.

Tras la muerte de Mao, con  Deng Xiaoping en el poder, surge de nuevo la esperanza de liberación individual que desfallece, sin embargo, tras los acontecimientos de Tiananmen en 1989.

Retorno a los valores de la “gran familia socialista”

A partir de entonces, y especialmente desde que Xi Jinping accediera a la Secretaría General del Partido Comunista Chino en 2012, se viene detectando tanto en las escuelas y universidades como en todo tipo de centros laborales, una vuelta forzada a valores como: unión, obediencia, devoción, autoridad y jerarquía,  emblemas de “la gran familia socialista” que los Comités del partido (aproximadamente 4.5 millones) repartidos por todo el país se encargan de recordar.

Hace poco, el Presidente enumeraba la cantidad de peligros y retos a los que se enfrenta el Partido para mantener la estabilidad del país. En su reunión anual con la Comisión Central de Disciplina del Partido, reiteró la necesidad de fortalecer a la familia como motor fundamental para el desarrollo económico del país, y valorar su función de correa de transmisión de los valores que sustentan la estabilidad y armonía del modelo socialista, con características chinas.

- “Debemos cultivar un buen ambiente familiar, educar y supervisar a nuestros hijos e hijas para que sigan el camino correcto” –dijo.

Vemos, pues, una vez más cómo los valores del  Xiào son útiles para, con el colchón de la familia, fomentar la obediencia, respeto y sumisión a la Autoridad y cualquiera que sea en cada momento su interpretación del bien superior e interés colectivo.

Sin embargo, ¿qué pasará cuando la sociedad china, como la mayor parte de las sociedades inmersas en la globalización, se abra al exterior? ¿Podrá sobrevivir al contacto con otros valores y principios ajenos a su mentalidad milenaria?

Fruto del desarrollo económico y tecnológico, y también del influjo de los millones de chinos en la diáspora, esa sociedad está cambiando muy rápidamente tanto en sus hábitos y modos de relacionarse como en su estructura social. Cada vez son más los chinos que viajan, consumen y estudian en el exterior. La creciente burguesía urbana es cada vez más sofisticada en gustos y aspiraciones y, no cabe duda, el atractivo y fuerte imán que ejercen la libertad y el respeto a la individualidad que, como experiencia vital, bridan las algunas sociedades occidentales, pueden con el tiempo hacer estallar algunas costuras.

También el Partido Comunista ambiciona salir al exterior y conducir a China a desempeñar el papel internacional que le corresponde como miembro destacado de la comunidad internacional, modelo de éxito económico y transformación social (único en la historia de la humanidad) y cuyo liderazgo ha de ser reconocido con el estatuto de primera potencia.

Sin embargo hacer valer su poderío económico, demográfico y militar, ¿es suficiente para seducir?

El Xiào en la era de la globalización

Me pregunto hasta qué punto es posible proyectar más allá de sus fronteras un modelo sustentado en los valores que encarna el Xiào (孝): jerarquía, obediencia y sumisión, muy debilitados por otra parte en nuestras sociedades, a cambio de progreso, orden y estabilidad no democráticos. Además de su poderío económico y también cultural ¿puede China ejercer liderazgo en valores y modelo de gobernanza?  ¿Son lo suficiente fuertes y atractivos para que China llegue a liderar?

El alumno de la profesora McCormack es una muestra de lo fuertemente arraigado que está el Xiào (孝)  en la sociedad china y de la sutileza con la que actúa como  instrumento de control social, político, moral. Por ello pienso que para sobrevivir y seguir desempeñando el papel de “ordenador social” el  uso y naturaleza del Xiáo se han de transformar y flexibilizar a fin de poder convivir con otros valores que, al igual que la clase media, están en alza.

Un ejemplo o anticipo lo tenemos en la sociedad de Taiwan (incluso en la de Hong Kong ) cuyos miembros, partiendo de la misma trayectoria histórico-cultural y bajo el ideario de Confucio, han sabido hacer compatible el Xiào (孝)  con otros principios, usos y costumbres (democráticos) para, sin renegar de la obediencia y sumisión a los mayores y a la familia, construir una sociedad estable y a la vez flexible, capaz de equilibrar la consecución de los intereses individuales con los colectivos al amparo de un modélico estado democrático y de derecho en el que los estándares de educación y  bienestar social, gracias o  a pesar del Xiào (孝), son contemplados con recelo en la China continental.
 

Jesús Castillo estudió chino en la Universidad de Ginebra y en la Universidad de Lengua y Cultura de Pekín. Observador de la realidad china, es un profesional con una larga experiencia en el país donde ha vivido durante más de 30 años.